Larry Page, el impulso genial
Oviedo, Eduardo GARCÍA
En toda aventura exitosa hay un componente de casualidad. Puede que también haya talento, y medios, y tenacidad. Pero lo casual cuenta, y mucho. Google nació hace diez años casi por casualidad, entendida ésta como el resultado de un impulso genial y en sus inicios quizá poco cocinado. Y sin embargo, Larry Page, uno de sus fundadores y el hombre que hoy tiene previsto recoger el premio de Comunicación y Humanidades en el teatro Campoamor, creció con el destino marcado por genética y educación. Su padre, profesor de Ciencias Informáticas; su madre, profesora de Programación de Ordenadores. Y Lawrence Edward Page, nacido en el Estado de Michigan en marzo de 1973 acabó inevitablemente entre ordenadores.
La casualidad también tuvo mucho que ver en el encuentro de Larry Page y Sergey Brin, quien a la postre iba a convertirse en su socio en Google Inc. Los dos eran estudiantes de doctorado de Ciencias de la Computación en la Universidad de Stanford, a media hora de San Francisco y en el corazón mismo de Silicon Valley, precisamente el lugar en el que acabó ubicándose la sede central del buscador más popular del universo (conocido). Así que se puede decir que Google, la herramienta más útil y cómoda para viajar muy lejos en el tiempo y en el espacio, se ha movido poco desde su nacimiento.
La historia de Google Inc. es bien conocida, incluyendo la latosa peregrinación inicial de Brin y Page en busca de fondos para financiar el nacimiento de su pequeña empresa. Google, como se sabe, nace en un garaje, en casa de un amigo común de sus fundadores. Era el año 1998, y por aquellos meses los dos veinteañeros logran convencer al empresario Andy Bechtolsheim para que les suelte un cheque de cien mil dólares. Andy no discutió mucho y firmó la donación no se sabe muy bien si por convencimiento, por corazonada o por desidia. Acertó. ¿Casualidad?
Google, que es una idea cósmica, le surge a Page a partir de un trabajo más bien doméstico, algo así como una ordenación de la librería digital de la Universidad de Stanford. Google nace a través de la mirada sobre la pantalla de un ordenador, y en eso -teclado, pantalla, tripas...- Larry Page tiene fama de ser un virtuoso (y un soberbio manitas con las piezas del Lego). Se pasó los veinticinco primeros años de su vida formándose de manera casi compulsiva. Hizo licenciaturas, másters, especializaciones... En otras circunstancias hubiera llegado a tomar posesión de una cátedra en una universidad de prestigio internacional y, ya con el pelo canoso, hubiera recogido un Nobel (o un «Príncipe de Asturias» sin ir más lejos). Pero llegó a la fama y al dinero no como teórico sino como emprendedor.
Dentro de unas semanas celebrará su primer aniversario de boda. Su enlace en el pasado mes de diciembre con Lucy Southworth lo situó por vez primera en las páginas de las revistas del corazón.
Caía el más rutilante soltero de oro del planeta. No era para menos: su fortuna está calculada en unos 13.000 millones de dólares (otras fuentes llegan hasta los 20.000), su empresa cotiza en el NASDAQ (el Ibex norteamericano, para entendernos), tiene veinte mil trabajadores e ingresa unos 17.000 millones de dólares cada año. No está mal para una firma que en 1999 tenía seis trabajadores en nómina y algunas serias dudas en torno al pago de las nóminas próximas. La boda se desarrolló en una isla privada, con cerca de 700 invitados y una flotilla de aviones ejerciendo de taxis para las idas y venidas (¿será por perres?). Lo de Larry y Lucy fue un auténtico flechazo: en un año pasaron del primer encuentro al matrimonio.
Cuando la empresa comenzó a crecer de forma exponencial, Page tuvo el buen tino de nombrar a Eric Schmidt director ejecutivo, con inmenso mando en plaza. Así que, con la vista puesta en el actual organigrama de Google Inc. Page ocupa un segundo lugar, con responsabilidades de Dirección de Productos, lo cual, dicho así, no parece gran cosa. En realidad Google se gobierna desde un triunvirato en el que Page, de origen judío, es un 33,33% de la materia gris.
Lawrence Edward Page aterrizará esta mañana en el aeropuerto de Asturias a bordo de su jet privado. Tiene el tiempo justo porque la fortuna no le ha librado de trabajar a destajo. Paradojas de la vida.