Un hondo Réquiem en vísperas de fiesta
Los Príncipes de Asturias presidieron en el auditorio de Oviedo la interpretación de la misa de Cherubini, con dirección del maestro Riccardo Muti, premio de las Artes
La misa de «Réquiem» en do menor, de Cherubini, compuesta en memoria del monarca francés Luis XVI -jefe de la casa de Borbón, guillotinado en 1793- sirvió ayer como gran acto cultural en la víspera de la entrega de los premios «Príncipe de Asturias». Riccardo Muti, premiado en esta edición con el galardón de la Artes, se desdobló para dirigir a la Joven Orquesta Luigi Cherubini, que patrocina, y al Coro de la Fundación Príncipe de Asturias en el auditorio de Oviedo. La velada, presidida por los Príncipes de Asturias, permanecerá en la memoria mucho tiempo.
A las siete y 35 minutos ya estaban las autoridades esperando en el zaguán del auditorio a los Príncipes. El presidente del Principado, Francisco Álvarez-Cascos, y su esposa, María Porto, charlaban con el presidente de la Fundación, Matías Rodríguez Inciarte, y su esposa, Livia Quijano, y completando el quinteto Emilio Marcos Vallaure, consejero de Cultura. Al poco se sumó Manuel Menéndez, presidente de Cajastur, y Fernando Goñi, presidente de la Junta General del Principado, y eventualmente el empresario José Suárez Arias-Cachero, y el octeto creció con el alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo, y su esposa, Rita Mari Álvarez, así que diez y en razonable armonía, aunque acabaron dispersándose en varios subgrupos.
A las ocho menos un minuto Riccardo Muti salió al escenario, donde llevaban ya tiempo la orquesta y el coro. Ovación. El maestro no pudo reprimir ciertos signos de impaciencia. Y a las ocho y dos minutos, los Príncipes Felipe y Letizia accedieron al palco de honor mientras Muti y su equipo atacaban el «Himno nacional». Más aplausos y Muti, de nuevo algo molesto, tuvo que esperar a que se hiciese el imprescindible silencio en la sala hasta que por fin sonaron los primeros compases del «Réquiem» relativos al «Introitus», casi a capela -«y brille para ellos la luz eterna»- y después el solemne «Kyrie» desagradablemente subrayado por el juego de iPhone entre el respetable.
El siguiente episodio de la misa, el «Graduale», y tras un golpe de gong se rompe el esquema con el «Dies irae», complejo, del presto al fugado y episodios amables. El coro, muy suelto, pudo lucirse. Como remate, el «Lacrimosa», inevitablemente mozartiano.
El «Ofertorio» es quizá lo mejor de la obra de Cherubini, por lo demás compuesta con mucho oficio y para agradar, sumando finales de cada número siempre muy arriba. «Hostias et preces tibi Domine» cantó el coro entre placideces para cerrar con otro pasaje fugado.
El «Sanctus» fue un suspiro y el «Pie Jesu», lo mismo, dando paso al «Agnus Dei» como final de la misa y con inequívocas pinceladas de despedida y tristeza.
Cuarenta y siete minutos y 50 segundos después del primer compás Muti cerró la pieza y el público abrió una larga ovación que le obligó a salir tres veces a escena, muy comedido de gestos y con el director del Coro, José Esteban García Miranda.
Riccardo Muti retomó la batuta para el «Asturias, Patria Querida» final. Los Príncipes abandonaron el palco entre ovaciones y fueron a la sala de cámara para encontrase con el maestro, la orquesta y el coro. A las nueve y cuarto abandonaron el Auditorio, lleno aún de público que los aguardaba, y más en la calle, sumando aplausos y aplausos.