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Asturias estrena la nueva monarquía
Llegada de los Reyes a Oviedo para la entrega de los Premios "Príncipe de Asturias" 2014 / Nacho Orejas

Asturias estrena la nueva monarquía

Los asturianos arropan a los Reyes en su primera visita a la región como monarcas y les piden que lideren la regeneración del país y contribuyan a "devolvernos la ilusión"

Viernes 24 de Octubre de 2014
E. Lagar

Si la monarquía española ha abierto un nuevo capítulo -el de la ejemplaridad para liderar la gran purga nacional de corruptos y descarriados- resulta entonces de lo más pertinente y simbólico que los Reyes de España escucharan ayer un réquiem en Oviedo; el que escribió Mozart en Re menor.

Misa de difuntos. Descansen en paz las sombras del pasado. Y así, el coro de la Fundación Príncipe de Asturias cantó aquello que tanto se oía hacia el final de la película "Amadeus", la obra de Milos Forman sobre el genio de Salzburgo: "Confutatis maledictis,/flamis acribus addictis,/voca me cum benedictis". En castellano: "Arrojados los condenados a las terribles llamas,/llámame entre los elegidos". En castellano laico: regenera, suelta lastre, cambia el ciclo.

Junto al coro de la Fundación, la Orquesta Sinfónica del Principado (OSPA) puso, en el Auditorio de Oviedo, la música del concierto con el que Felipe y Letizia inauguraron a las siete y media de ayer su presencia en los últimos Premios Príncipe que llevarán tal nombre. El próximo año, tal y como aprobó dos horas antes el patronato de la Fundación, todo se llamará "Princesa de Asturias". El dominio asturiano pasa a nombre de la pequeña heredera Leonor y el padre, que forjó su imagen pública durante décadas en estas visitas otoñales al Campoamor, ya es rey, está hecho y pasa el testigo.

Ayer el rey comenzó a despedirse del príncipe que creció en Asturias y casó con una periodista asturiana. Ahora ambos están en la cima del Estado y acaban de estrenar trabajo en el país del paro, los escándalos de corrupción y una gran crisis del sistema político. Felipe VI y Doña Letizia, visitan por primera vez el Principado como monarcas. Y la primera diferencia se notó justo al inicio del concierto. A un príncipe le corresponde medio himno nacional interpretado en su honor. A un rey, el himno completo. Sonó, por tanto, de punta a cabo la marcha de granaderos sin letra y luego los fotógrafos de prensa -y los móviles del público- retrataron a los Reyes en el palco presidencial, más vacío que de costumbre. También aquí se han hecho recortes protocolarios. Crepitaron tanto los flashes que la pareja pareció refulgente, regia.

Los Reyes -él con barba entrecana y ella entre delgada y muy delgada- llegaron cuando declinaba un día magnífico, una primaverina a dos semanas de noviembre. La gente tomaba café y gintonics en las terrazas. Pero, sobre todo, hacía cola para fotografiarse con la nueva escultura de Mafalda ante el estanque de los patos del Campo San Francisco, coloreado con una luz verde y amarilla. Mafalda fue la auténtica reina del día. La figura pequeña de esta "santina progre" pobló internet de "selfies" e invadió los perfiles de Whatsapp.

En fin, era un día apacible en un Oviedo donde los pavos reales del centro se saludaban con los azulones furgones policiales que habían venido a blindar la capital frente a las "Marchas de la Dignidad" que llegan hoy. En este jueves idílico los nuevos reyes acudieron más tarde que aquellos príncipes. En ediciones anteriores, el jueves por la mañana se les iban en audiencias y más audiencias. Apretones de mano que generaban tráfico en el Reconquista. Este año no hubo tal. Fueron, ya por la tarde, directos al Auditorio. Eso no quiere decir que no los estuvieran esperando todo el día ante el hotel.

Apoyados en las vallas azules que cerraban el acceso, unas decenas de ovetenses buscaban alguna corona por allí. La buscaban ya por la mañana y cuando vieron aparecer a las gaiteras de la banda de La Laguna del Torollu, con unas faldas rojas, amarillas y moradas (los colores de la bandera republicana), una mujer se percató de la contradicción y exclamó escandalizada: "!Qué fuerte, qué fuerte, qué fuerte!". Los reyes no llegaron. Y tampoco la República.

Los esperaron por la tarde, y como ya no sonaban los gaiteros, se perdían las esperanzas. En esas estaban, sobre las seis de la tarde, Margarita González Alonso, su amiga Clara García y la perra de ésta, llamada "Tina Turner de Todos los Santos".