Fulbright, o la diplomacia por otros medios
Becarios y responsables del programa destacan su capacidad para desmontar prejuicios y hacer ver que "la educación es una forma lenta de construir la paz"
Sylvia Torán, pianista madrileña formada en la Juilliard School de Nueva York gracias a una beca de la Comisión Fulbright, escogió a George Gershwin para decirlo sin palabras. Interpretó "Rhapsody in blue" a cuatro manos con Ramón Grau y así disertó sin traducción simultánea sobre la "visión caleidoscópica de América" que pinta la pieza del compositor estadounidense y que ella, dijo, también descubrió mientras estudiaba en Estados Unidos. Por eso y porque la obra tiende puentes entre la música clásica y el jazz, y porque el título de la mesa redonda hablaba de Fulbright como "un puente entre sociedades y culturas basado en las personas", fue la versión al piano de la rapsodia la que cerró ayer en el paraninfo de la Universidad de Oviedo el examen al que antiguos becarios y responsables del programa sometieron a la iniciativa educativa premiada con el "Príncipe de Asturias" de Coooperación Internacional.
Antes de que Torán lo dijese tocando el piano, los ponentes ya habían transformado el acto, cada uno a su manera, en un canto a lo bueno del mestizaje y del intercambio, a la lenta posibilidad de que así sea posible cambiar el mundo, poco a poco, a base de introducir en las mentalidades "pequeñas incertidumbres sobre las ideas sólidas de lo que significa un país". Es el retrato de Tom Healy, miembro de la Comisión Fulbright, que habla con la experiencia de haber recorrido "seis continentes en seis años" y que ayer quiso introducir en las mentes de los asistentes la sensación de que el programa -que intercambia estudiantes entre universidades estadounidenses y centros del resto del mundo desde 1946- es hoy justo lo que quiso que fuera su fundador, el senador James William Fulbright. Una forma de explotar, concretó Healy, la dimensión de la educación como "una forma lenta de construir la paz. La guerra es rápida, pero toda paz es lenta. Se tarda mucho en aprender otro idioma y otro pueblo, en estrechar lazos y entender a la gente. Este programa da ese tiempo", concluyó.
Y en contra del aforismo militar que dice que la guerra es la continuación de la política por otros medios, Fulbright sería la diplomacia por otros medios, "una diferente a la que hacen los cuerpos diplomáticos habituales" en la voz de la periodista Montserrat Domínguez, directora de la edición española del diario digital "The Huffington Post", becaria en la Universidad Columbia de Nueva York y moderadora del debate. Ella, a la que Fulbright dio la posibilidad de observar desde Estados Unidos la caída del Muro de Berlín en 1989, entiende ahora el programa como una fuerza que "poco a poco" también acaba por derribar otros muros, los de "los prejuicios, la incomprensión o las ideologías extremas que impiden que los pueblos nos conozcamos. No hay cuerpo diplomático tan inmenso y variado, multidisciplinar y mestizo", justificó la metáfora inicial.
Había un diplomático en la sala, Gabriel Guerra Mondragón, puertorriqueño, embajador de Estados Unidos y miembro de la Comisión Fulbright desde 2011. Además de asegurar que "todas las ciudades de este tamaño deberían ser una copia de Oviedo", agradeció los lazos que el programa fortalece particularmente entre Europa y "la gran minoría latina de Estados Unidos, la principal en el país", y resaltó cómo sus becas han sido capaces de "poner un pequeño grano en ese deseo de que este mundo se vuelva un poco mejor".
Desde la tarima, ante un auditorio trufado de antiguos beneficiarios de las becas, Sylvia Torán utilizó además del piano las palabras para desgranar una experiencia que en el pasado a ella le hizo "dar el paso de estudiante a pianista profesional" y, de regreso al presente, descubrir que "por muy globalizados que estemos, no es lo mismo leer las noticias que vivir en el país". Agustín Maravall, economista e ingeniero madrileño becado en la Universidad de Wisconsin en los setenta, contó cómo la beca le abrió las puertas de un país donde trabajó y formó una familia y que "gracias a Fulbright, Estados Unidos forma parte importante de mi vida. Hay cosas de él que no me gustan, como el Tea Party o los creacionistas, pero es un país de oportunidades, de justicia, maravilloso, creativo y con una muy buena ética de trabajo".
Los responsables del programa tuvieron tiempo asimismo para asegurar el hueco que su opción por la inmersión formativa ocupa en la era de la educación online. Y sin ocultar que en la transmisión de conocimiento las computadoras "tienen su lugar", aprecia Healy, "no se aprende del mismo modo en el ordenador que cara a cara". "No imagino a alguien que estudie física o matemáticas", asintió Maravall, "completamente por internet. "La red puede ser un comienzo, pero tal vez en algún momento pueda necesitar una beca Fulbright".
Guerra Mondragón también utilizó un turno para destacar que "con la restricción de presupuestos, el sector privado debe incrementar su presencia en el mundo cultural y educacional", pero el acto no terminó sin que desde el público se presentase Emilio Serrano como el ovetense que recibió "la primera beca Fulbright en España". Dejó en el aire una furibunda censura al sistema educativo español, al "desastre" generado por "ese estúpido ministro".
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