Leonard Cohen, fusión de poesía y música
El jurado concede el galardón al escritor y cantante canadiense, autor de una obra poética, novelística y musical que «ha influido en tres generaciones de todo el mundo»
Leonard Cohen, el canadiense de voz sorprendente que fue poeta antes que cantante, el hombre de 76 años que se define como «muy realista, ni romántico ni sentimental», es el nuevo «Príncipe» de las Letras. El autor de «Suzanne» y «So long Marianne», gran admirador de García Lorca, se alzó ayer con el galardón tras una reñida votación y una nueva decepción de una parte del jurado, presidido por el filólogo y director honorario de la Academia de la Lengua, Víctor García de la Concha, que viene reclamando en las últimas ediciones una mayor atención a las letras en lengua española. Trece años hace que este premio no se concede a autores hispanohablantes.
El jurado quiso subrayar la personalidad literaria de Cohen -es poeta y novelista- y su influencia en «tres generaciones de todo el mundo», al crear «un imaginario sentimental» en el que «la poesía y la música se funden en un valor inalterable».
La candidatura fue propuesta por un miembro del jurado de los premios cuyo nombre no ha trascendido por decisión propia, según fuentes de la Fundación Príncipe. Se premia a Cohen cuatro años después de haber concedido el galardón de las Artes a Bob Dylan.
Leonard Norman Cohen (Montreal, 1934) nació en el seno de una familia de emigrantes judíos. Comenzó a escribir poemas a los 15 años. En 1955 se licenció en Literatura en la Universidad McGill de Montreal, época en la que se produjeron sus primeros contactos con la música. En 1956 publicó su primera obra poética, «Let us compare mythologies», inspirada en Federico García Lorca, al que profesa gran admiración. Tanta que uno de sus hijos se llama Lorca. En el prólogo del tema que dedicó al poeta granadino, «Take This Waltz», escribe que cuando leyó sus versos dijo: «¡Aquí estaba mi mundo. Aquí estaba mi paisaje!».
Andrés Amorós, profesor de Literatura, escritor y ensayista fue uno de los miembros del jurado que defendieron la candidatura de Leonard Cohen. «Es un gran poeta, publicó su primer poemario, muy influido por García Lorca y que tuvo un gran éxito en Estados Unidos, once años antes de empezar a cantar. La música le ha servido de vehículo para difundir una serie de imágenes poéticas muy hermosas sobre la soledad, el amor, la desesperación...», señaló.
«Cohen no es ni un grandísimo cantante ni un grandísimo músico, sino un poeta que ha influido y sigue influyendo en la gente joven del mundo entero», añadió Amorós.
Cohen viajó a Europa en los años sesenta del pasado siglo con la ayuda oficial que recibió para escribir un libro. Se instaló en la isla griega de Hydra, donde empezó a componer canciones. En 1963 publicó su primera novela, «El juego favorito», y al año siguiente, el poemario «Flores para Hitler».
En 1966 volvió a América y entró en el mundo de la música con Judy Collins, quien grabaría sus canciones más simbólicas, «Suzanne» y «Dress rehearsal Rag». Al año siguiente él mismo se presentó en público y fichó por Columbia. En 1967 lanzó su primer álbum, «Songs of Leonard Cohen».
Tras vivir otra temporada en Grecia, en 1969 regresó a los Estados Unidos y sacó su segundo álbum, «Songs from a room», un éxito al igual que «Songs of love and hate». En los setenta ya era uno de los grandes.
Cohen siempre compaginó la actividad musical con la literaria y no dejó de publicar libros, entre ellos «The energy of slaves» y «Book of mercy». Tras cuatro años de silencio musical volvió a los escenarios en 1992 con «The future», que ese año presentó en Madrid. En 1993 editó «Stranger music», con letras de canciones, poemas y fragmentos de algunos de sus artículos.
Se convirtió en monje, bajo el nombre de Jikan, que significa «el silencioso», y vivió durante casi siete años retirado en un monasterio budista en California, donde le ayudaron a mitigar una profunda depresión. Él lo cuenta así: «me hice monje. No fue porque estuviera buscando otra religión. La vida allí arriba no es una vida religiosa, sino de trabajo duro y de estudio. Después de un cierto período tuve una revelación: me di cuenta de que no tengo talento para los estudios de religión. No me sentí contrariado, sino aliviado, relajado: ya no tenía que estudiar más. No es que encontrara lo que buscaba, pero creí llegado el momento de bajar, así que le pedí permiso a mi viejo profesor».
Visitó España por última vez en 2010, en una gira forzada por la ruina que le causaron el desfalco de una asesora fiscal y su último divorcio.
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