La mejor música de Mozart para el primer concierto de los Reyes en Oviedo
La OSPA, el Coro de la Fundación y cuatro solistas, entre ellos Ainhoa Arteta, ofrecieron un gran "Réquiem" del compositor salzburgués
La mejor música, el "Réquiem" de Mozart, para una solemne velada, el XXIII Concierto Premios Príncipe de Asturias, presidida como es habitual por don Felipe y doña Letizia, pero en esta ocasión ya como Reyes de España. El auditorio de Oviedo, con cerca de 2.000 personas en el público, vivió una noche para la historia con el maestro Rossen Milanov al frente de la OSPA, de la que es titular; el Coro de la Fundación Príncipe de Asturias, y cuatro solistas, Ainhoa Arteta, soprano; Maite Arruabarrena, mezzo; Luis Dámaso, tenor, y José Antonio López, bajo.
Los Reyes ingresaron en el palco de honor, acompañados por las autoridades regionales, y la orquesta atacó el himno nacional, lento y solemnísimo. Calor. El público, inquieto, no siguió el libreto y lo utilizó como abanico.
Orquesta de cuerda con apenas los trombones del apocalipsis y fagotes y clarinetes de melancolía. "Requiem aeternam dona eis, Domine" con el coro ya caliente y, después, una frase deliciosa de Arteta como final del "Introitus". El empresario Juan Abelló y su esposa, Ana Gamazo, llegan tarde y entran en la sala cuando el "Kyrie" fugado estalla sobre el escenario.
Mozart escribió el "Réquiem" por encargo anónimo de un noble especializado en plagios: quería firmarlo y pasar por un genio de la música. La muerte sorprendió al compositor, que sí dejó esbozos y temas de manera que la mitad al menos de la obra es de uno de sus discípulos. Tal circunstancia no le quita valor y es una de las más grandes obras de la historia de la música. Imaginar a Mozart moribundo y aún enredado en los pentagramas ofrece una emoción que el público de estos conciertos institucionales, no habitual del Auditorio a lo largo del año, apreció sólo superficialmente. La sala apenas conectó con el espectáculo y lo que debía ser suma quedó en resta quitando brillantez al acontecimiento.
La "Sequentia" se abrió con el "Dies irae", quizá lo mejor de la obra al menos en cuanto a explosión sonora y emoción desbordada. Ahí el Coro de la Fundación es cuando mejor funciona.
Las sucesivas y breves intervenciones del bajo, el tenor, la mezzo y la soprano y después juntos en cuarteto desembocaron en "Rex tremendae majestatis" con el coro de nuevo como protagonista y la orquesta, mozartiana que es lo mejor que se puede decir de un conjunto especialmente cuando interpreta al salzburgués. "Jesu pie" en cuarteto devolvió la voz a los solistas, siempre eficaces. Y después "Confutatis" con el coro funcionando a toda potencia y a continuación las voces blancas en un modo suplicante muy bien logrado.
A los 25 minutos "Lacrimosa", el momento de la partitura al que se supone llegó Mozart antes de morir, aunque la crítica ha superado esa visión romántica. Es obvio que no hay un hasta aquí y desde aquí nítidos. "Días de lágrimas aquellos / en que el hombre resurgirá de las cenizas...". El "Réquiem" es funeral, claro, así que dudosamente adecuado para un concierto que tenía mucho de presentación de los Reyes en Oviedo.
De la meditación contenida al forte y después el "Offertorium", de nuevo con el Coro de la Fundación dándolo todo para introducir a Ainhoa Arteta en una frase sola y posteriormente acompañada de todos los solistas. El coro con la OSPA siguió con "Hostias", bello y suplicante y después el "Sanctus" potente y también entre las cumbres de la obra. Cierre para el "Benedictus", de nuevo el Coro, siempre a mejor en el "Agnus Dei" y la "Communio" final con la soprano. Cuatro minutos y dos segundos de ovaciones. Solemne "Asturias, patria querida" y saludos interminables a la salida.
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