«Muti es un pedazo de pan, pero delante de una orquesta se vuelve impulsivo y autoritario»
«Presenté a Riccardo al maestro Votto, de quien heredó todas las partituras de Toscanini, clave en su gran carrera»
El músico italiano Vicenzo Menghini, que vive en Gijón, fue compañero de estudios de Riccardo Muti en el Conservatorio de Milán y le presentó al maestro que, asegura, orientó la gran carrera del premio «Príncipe de Asturias» de las Artes hacia el estrellato internacional.
-¿Cómo conoció a Muti?
-Conocí a Riccardo Muti en el año 1961. Somos exactamente de la misma edad, de 1941. Lo conocí cuando se mudó desde Nápoles, donde vivía, cuando se fue a estudiar al Conservatorio de Milán y yo también empecé entonces a estudiar en ese centro. Naturalmente nos hicimos amigos. Quería dirigir y para eso podía estudiar con el titular de la cátedra de Dirección de Orquesta. Pero le aconsejé ir a estudiar con Antonino Votto, que era titular de la orquesta de la Scala. A fin de cuentas vivía a cien metros de mi casa y era amigo de mi padre, que entonces era primer fagot de la Scala. Es el mejor profesor posible, le dije, y después le acompañé a verlo y se lo presenté.
-¿Cómo fue el encuentro?
-El maestro le pidió a Riccardo que tocara al piano algo. Era un gran pianista y procedía del Festival de Nápoles. Muti tocó algo de Chopin y después de Beethoven. Le dio la enhorabuena y sacó una partitura de la ópera «Otello», de Verdi, y a primera vista tocó estupendamente. Entonces Votto le soltó: «Desde hoy eres mi alumno». Ésa fue su gran suerte. Cuando lo vi años después se lo dije. Y es que yo estuve quince años en la Scala, pero me apetecía hacer algo más que foso, algo más dentro de lo propio de la orquesta. Me gustaba hacer otras cosas. Y me fui a Turín, que tenía entonces, y ahora también, la mejor orquesta de Italia. Era la Orquesta Sinfónica de Turín, que ahora se llama la Orquesta Nacional de Italia. Pues eso, cuando lo vi años después me dijo que gracias a mí era lo que era, si no nada. Tuvo la suerte de encontrar a Votto.
-¿Tan importante es un buen maestro?
-Presenté a Riccardo al maestro Votto, de quien heredó todas las partituras de Toscanini, de ópera y de música sinfónica, clave en la gran carrera de Muti. Fue una cita decisiva.
-Usted vive en Gijón...
-Estoy casado con una gijonesa. Viene a España en 1966 con una gira de la orquesta de la Scala. Todo fue resultado de un flechazo. Al terminar el concierto, a las diez y media, delante del Hernán Cortés, pregunté a dos chicas, por hacer un poco el gallo, si había cerca algún restaurante. Me indicaron que El Caballito. Nos despedimos y les dije que nos veríamos al día siguiente en la playa. Lo dije por decir algo. Era jornada de descanso y fuimos a jugar al fútbol, viento contra cuerda. En una jugada el balón se fue, rodó y acabó al lado de ella, que estaba tomando el sol. Lo que es el destino. Caramba, es usted. Le hice después la corte, la llamaba por teléfono, volví en unas vacaciones y nos casamos.
-¿También se dedica a la música?
-No, trabajaba en la Telefónica. Quien es músico es mi hija, violín en la OSPA. Se llama Marta Luisa Menghini. Mi mujer, María Luisa. Está casada con un hijo de Berta Arias que se llama Dámaso Barredo. Por cierto, que en ese círculo Sigfrido Cecchini ha compuesto la ópera «La Regenta», que se estrenará en 2012. La he escuchado y es realmente muy buena. Contará con la dirección de escena de Emilio Sagi.
-Volviendo a Muti, ¿cómo es dirigiendo?
-Muti es un pedazo de pan, pero delante de una orquesta se transforma y se vuelve impulsivo y autoritario. Como ocurría, por ejemplo, con Toscanini. Siempre exige lo máximo a los músicos, como debe ser. Es maestro concertador de orquesta, prepara él mismo, desde el piano, cómo quiere que resulte todo. Eso es muy importante. Hace mucho que no lo veo, tengo muchas ganas de volver a conectar con él.
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