Strauss y Shostakovich como premio
Los Príncipes presidieron una gran velada en el Auditorio a cargo de Rossen Milanov con la OSPA, solistas y los tres coros de la Fundación
Música de primer nivel para el XXI Concierto de los premios «Príncipe de Asturias»: Strauss y Shostakovich con obras que hablan del sabor profundo de la tierra. El Auditorio de Oviedo casi lleno y los Príncipes, Felipe y Letizia, en la presidencia para seguir una cita en la que el maestro Rossen Milanov, al frente de la OSPA, solistas y coros de la Fundación, firmó una excelente velada.
El protocolo manda, así que lo primero que interpretó la OSPA fue el «Himno Nacional», con los Príncipes ya en el palco oficial, acompañados por las autoridades. A las ocho y dos minutos arrancó el concierto, con «Las divertidas travesuras de Till Eulenspiegel», de Strauss, que Milanov mostró en todas sus sutilezas, descripcionismos y honduras propias de una excelente orquestación. Y de Strauss, que fue tachado de filonazi, a Shostakovich, sucesivamente estalinista y víctima del estalinismo.
Del compositor ruso se ofreció «El canto de los bosques», un oratorio de enormes proporciones a mayor gloria del dictador, aunque es fácil leer, por encima de todo, el amor del compositor a la gran madre patria. El tenor Sergey Romanovsky y el bajo Alexander Vinogradov, ambos rusos, dieron aun más verosimilitud al espectáculo.
La OSPA, reforzada, y los tres coros, que sumaban alrededor de trescientos efectivos en escena, lograron alcanzar la grandiosidad requerida. El texto, políticamente muy incorrecto, puede sumarse a lo que casi es ya una tradición de estos conciertos, ya que el año pasado Muti ofreció la «Misa de réquiem» de Cherubini, compuesta para los funerales de Luis XVI, rey de la Casa de Borbón guillotinado por los revolucionarios. Por seguir con los contrastes, el concierto lo patrocinaba Cajastur y a la puerta unos sonoros manifestantes portaban una pancarta que decía «Por el futuro de Cajastur, contra los recortes y despidos».
Milanov dejó fluir las emociones desde el solemne arranque del bajo. Un auténtico tobogán de escenas con las consiguientes sonoridades, que mostraron hasta qué punto en la Rusia eterna es importante la música, ya que sirve como formidable vehículo de propaganda política.
La OSPA y los coros atacaron «Vistamos a nuestro país de bosques», y sucesiva y alternativamente recuerdos de la Guerra Mundial y de los héroes comunistas en un ambiente politizado y reivindicativo que se diría contagió hasta al programa oficial del concierto, ya que hablando de Shostakovich, que fue despedido en una de las purgas estalinistas, se dice «y lo que hoy ya no nos sorprendería, enterarse de ello tras leerlo en el tablón de anuncios de su centro de trabajo».
La gran fuga final, con refuerzo de doce trompetas y trombones, desembocó en cinco minutos de aplausos. Salieron a escena los más pequeños cantores y entre todos se entonó el «Asturias, Patria Querida» como cierre de la noche.
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