Valores por encima de inteligencias
Gardner destaca en una charla con Eduard Punset la necesidad de una educación personalizada que identifique las capacidades y forme individuos responsables
«Yo no quise asesinar el cociente intelectual», confesó ayer el psicólogo Howard Gardner ante un expectante público en el avilesino teatro Palacio Valdés. Pero aunque intentase exculparse en presencia del polifacético divulgador Eduard Punset, lo cierto es que él fue uno de los primeros en acuchillar la idea de que la inteligencia se fundamenta únicamente en memoria y habilidades matemáticas o lingüísticas. Antes de la irrupción de la denominada «inteligencia emocional» que popularizó en 1995 David Goleman, ya Gardner expuso en 1983 que la inteligencia no era una, sino muchas. Pero en su coloquio con Punset fue más allá y proclamó -a pregunta de una joven del público- que «los valores son más importantes que la inteligencia».
Según Gardner, el cerebro humano encierra ocho tipos de inteligencia (siete en la formulación original de la teoría): inteligencia lingüística, lógico-matemática, visual-espacial, musical, corporal-cinestética, intrapersonal, interpersonal y naturalista. Cada una de ellas es independiente del resto pero para afrontar diferentes talentos o problemas pueden intervenir varias. El desarrollo de esas inteligencias es diferente en cada individuo, de modo que el reto educativo es potenciar las específicas.
Howard Gardner expuso qué le llevó a formular la teoría de las inteligencias múltiples a principios de la década de los ochenta del pasado siglo. «Entonces yo estudiaba a niños con talentos artísticos y a adultos con daños cerebrales. Me pasaba el día de camino a colegios y a hospitales. Comprobé que había niños superdotados en música, pero con dificultades de lectura, o personas geniales en matemáticas que se perdían de camino a casa. Por otro lado, al analizar personas que habían sufrido ictus comprobé cómo les afectaban los daños en las distintas partes del cerebro», explicó. Con la reflexión sobre esos datos, pasada por el filtro de estudios antropológicos y de otras disciplinas, Gardner enunció la idea de que en el cerebro no existe una única inteligencia cuantificable, sino hasta ocho inteligencias.
«Aun diría que puede haber nueve o diez. La novena sería la inteligencia existencial, que lleva a formular grandes preguntas trascendentes; la décima, la pedagógica, la capacidad de comunicar el saber», añadió. Su salto fue identificar esas capacidades como verdaderas inteligencias y no meros talentos. «El cerebro no es un ordenador, sino que son varios», resumió. Y se preguntó: «¿Por qué los que tienen habilidades matemáticas van a ser inteligentes y los que tienen otras simplemente talentosos?».
En un mundo conectado, inmersos de pleno en la sociedad del conocimiento, Gardner cree que ahora es posible personalizar la educación «más que en ningún otro momento de la Historia». «Antes sólo los muy ricos tenían un tutor personalizado, pero ahora no tenemos que enseñar todo igual a todo el mundo: hay muchas formas de aprender y enseñar», destacó. Y ante esa evidencia indicó irónicamente que «los ministros de Educación son los únicos que no entienden que vivimos en este tiempo».
Gardner lidera el denominado «Good Work Project» (Proyecto del trabajo bien hecho), junto con William Damon y Mihaly Csikszentmihalyi (ante la incapacidad de Punset para pronunciar este nombre el nuevo premio «Príncipe» de Ciencias Sociales hizo un ejercicio práctico de docencia). Este proyecto reflexiona sobre cómo lograr trabajadores no sólo excelentes sino con un comportamiento responsable, y pretende ser un lugar de encuentro sobre cómo formar personas que proyecten sus capacidades.
El psicólogo estadounidense señaló que una de las claves para enseñar a desarrollar la inteligencia que emana de las emociones es «con modelos humanos». «Cuando fui padre descubrí dos cosas: la primera, que los niños nunca escuchan lo que dices pero se fijan en lo que haces; la segunda, que nada de lo que se dice en la mesa a la hora de la cena se olvida jamás», indicó gráficamente. Esto es, el ejemplo y el reconocimiento público de los errores son la mejor forma de enseñanza.
Pero quizás uno de los mensajes más destacados del coloquio fue la idea de que la inteligencia no es moral. «La inteligencia puede emplearse con fines negativos: Goethe y Goebbels eran muy destacados en su habilidad lingüística», recalcó. De ahí que a su juicio «no es suficiente tener inteligencia».
La nota musical al encuentro la puso el grupo «Maldita Nerea», que interpretó el tema «En el mundo genial de las cosas que dices». Su cantante, Jorge Ruiz, logopeda, señaló que el concepto de las inteligencias múltiples le fue útil a la hora de poner en marcha su grupo. La clave: aunar inteligencias diversas para lograr una perfecta combinación de talentos.
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